Enclavado en el pintoresco municipio de Tultitlán, se alza majestuosa sobre la vía López Portillo una figura monumental que ha logrado cautivar la atención y la devoción de miles de creyentes no solo de México, sino de diversas partes del mundo. La estatua imponente de «La Niña Blanca», con sus impresionantes dimensiones de 22 metros de altura y una base de 6 metros, se erige como una de las representaciones más colosales de el fenómeno de la Santa Muerte en Tultitlán.
Desde su inauguración en el año 2007, este templo ha ejercido un magnetismo espiritual, convocando a personas de distintas nacionalidades, quienes encuentran en este lugar un punto de encuentro único para expresar su fe y devoción. El santuario se ha transformado en un epicentro espiritual donde convergen las creencias de diversas culturas y nacionalidades.
La presencia de «La Niña Blanca» se erige como un faro de esperanza y conexión espiritual, trascendiendo fronteras geográficas y culturales. Este espacio sagrado, desde su creación, ha tejido una red de fe que une a personas de diferentes rincones del planeta, consolidándose como un testimonio vivo de la universalidad y la profundidad de la devoción a la Santa Muerte en el corazón de Tultitlán.
Fé de todas las nacionalidades: un santuario multicultural
Cada semana, más de dos mil personas, provenientes de Estados Unidos, Guatemala, Colombia, Venezuela y diversas regiones de México, convergen en el templo para expresar su devoción. Lo que alguna vez fue estigmatizado como un culto exclusivo de la delincuencia, ha evolucionado con el tiempo, atrayendo a personas de diversas creencias y clases sociales. La madrina Cristel Vargas, actual responsable del templo, destaca la diversidad de los devotos y su respeto por otras religiones.
Trabajo y salud, lo más pedido a la Santa Muerte en Tultitlán
El culto a la Santa Muerte en Tultitlán no solo es una expresión de fe, sino también un vínculo profundo con las tradiciones nativas que actúa como un puente entre el presente y el pasado. Este rito espiritual se convierte en un recordatorio palpable de los antepasados, una conexión viva con las raíces culturales que se entrelazan en la idiosincrasia de este municipio. Las oraciones, impregnadas de simbolismos y rituales, no solo enaltecen la figura de «La Niña Blanca» sino que también resaltan la riqueza y diversidad de la herencia cultural que sustenta este culto.
La madrina Cristel, responsable del templo, subraya con firmeza que a pesar de las apariencias, la devoción a la Santa Muerte no entra en conflicto con el catolicismo. Más bien, se manifiesta como una coexistencia armoniosa de creencias, donde los devotos, antes de iniciar cualquier ritual, buscan la aprobación divina pidiendo permiso a Dios. Este gesto no solo refleja un profundo respeto por la fe católica, sino que también revela la esencia inclusiva y tolerante del culto a la Santa Muerte en Tultitlán, donde la diversidad espiritual se celebra como un reflejo de la pluralidad de la vida misma.
La santita milagritos y las peticiones de los devotos en tultitlán
En el templo, se han vuelto famosos los relatos de milagros, especialmente atribuidos a una figura conocida como Milagritos. Esta representación, de color amarillo, es venerada por aquellos que buscan sanación física en situaciones críticas, como enfermedades terminales. Los devotos, como Luisa Gallardo, comparten sus experiencias de fe, destacando la importancia de las oraciones y ofrendas para recibir la protección y bendiciones de la Santa Muerte.
Capillas y representaciones, colores y propósitos
Alrededor del templo, se erigen capillas dedicadas a distintas representaciones de la Santa Muerte, cada una asociada a un color y un propósito específico. Desde la morada para la trasmutación de lo negativo a lo positivo hasta la negra para protección contra envidias, estas figuras simbolizan la diversidad de necesidades y deseos de los devotos. Un ejemplo peculiar es la representación de la Santa Muerte relacionada con la Covid-19, reflejando la adaptabilidad del culto a los tiempos actuales.
El culto en días de muertos y la oposición de la iglesias cristianas
Las raíces de la creencia en la Santa Muerte se remontan a la época prehispánica, asociada a deidades como Mictlantecuhtli y Mictecaccíhuatl. Estas deidades eran invocadas tanto para el cuidado de los muertos como para obtener el poder de la muerte. En Tultitlán, la cuidadora del templo destaca la conexión entre las ofrendas tradicionales del Día de los Muertos y la veneración a la Santa Muerte, evidenciando la continuidad de la tradición ancestral.
A pesar de su arraigo cultural, el culto a la Santa Muerte enfrenta oposición por parte de diversas iglesias cristianas, incluyendo la católica. Estas instituciones lo consideran diabólico y no reconocen su carácter sagrado. En México, desde 2005, el culto perdió su registro constitutivo por parte de la Secretaría de Gobernación, argumentando que desviaba los fines establecidos en la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
En Tultitlán, la figura imponente de «La Niña Blanca» se erige como un fenómeno cultural y espiritual, al igual que las leyendas de Sombrerete en Zacatecas. Sigue atrayendo a devotos de todas partes, que buscan conocer su historia más a fondo. A pesar de la controversia y la oposición de algunas instituciones religiosas, la fe en la Santa Muerte persiste, proporcionando consuelo, esperanza y, según muchos devotos, milagros reales. Este templo no solo es un lugar de culto, sino también un testimonio vivo de la riqueza y diversidad de las expresiones espirituales en México y más allá.