¿Cómo funcionan los satélites artificiales?

En la inmensidad del espacio, residen entidades que capturan la imaginación de científicos y apasionados por igual. Entre ellas, los satélites aparecen como actores esenciales en nuestra exploración y aprovechamiento del espacio exterior. Saber cómo funcionan los satélites artificiales es fundamental para comprender la función de estos ingenios tecnológicos. Creados por el hombre y lanzados al espacio, orbitan alrededor de la Tierra o de otros cuerpos celestes, proporcionando servicios cruciales que van desde las comunicaciones hasta la observación terrestre.

La clave de su funcionamiento reside en la sincronización de su órbita con la rotación de la Tierra, permitiéndoles permanecer fijos sobre un punto específico o cubrir áreas específicas con mayor frecuencia. Equipados con antenas, cámaras y diversos instrumentos, estos satélites facilitan la transmisión de datos, imágenes y señales que son fundamentales para la comunicación global, la navegación por GPS y la monitorización del clima y del medio ambiente. No obstante, el mantenimiento y reparación de estos dispositivos en el espacio plantean desafíos únicos, requiriendo avanzadas técnicas de ingeniería y la implementación de misiones espaciales especializadas.

Satélites: naturales y artificiales

El término «satélite» abarca una amplia gama de objetos en el espacio, desde las lunas de los planetas hasta las estaciones espaciales creadas por el hombre. La NASA define un satélite como cualquier luna, planeta o máquina que orbita alrededor de otro cuerpo celestial. Estos satélites se dividen comúnmente en dos categorías: naturales y artificiales.

El rol de los satélites artificiales

Enfocándonos en los satélites artificiales, nos sumergimos en la maravilla de la ingeniería espacial. Estos satélites, a diferencia de los naturales, son construidos por el hombre y lanzados al espacio para cumplir diversas funciones. Potentes cohetes son los encargados de catapultar estos ingenios tecnológicos, poniéndolos en órbita alrededor de la Tierra.

Los propósitos de los satélites artificiales son variados, abarcando la comunicación, la navegación, aplicaciones militares y la investigación científica. Desde la transmisión de señales para televisión hasta la recopilación de datos científicos cruciales, estos satélites se han convertido en herramientas esenciales en nuestra vida cotidiana.

Manteniendo satélites en órbita

La clave para que un satélite permanezca en órbita radica en el delicado equilibrio entre dos fuerzas fundamentales: su velocidad y la atracción gravitacional del cuerpo que orbita. Este equilibrio requiere una meticulosa planificación y conocimientos avanzados en ingeniería y física. En el emocionante proceso de lanzamiento, enormes cohetes proporcionan el impulso necesario para superar la atracción gravitacional de la Tierra.

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Estos cohetes lanzan los satélites a velocidades sorprendentes, superando las 25,000 millas por hora. En esta trayectoria precisa, el satélite se coloca en una órbita que lo mantiene en el espacio. La velocidad inicial proporcionada por el cohete permite que el satélite orbite durante cientos de años.

Las partes esenciales de un satélite

Los satélites, a pesar de su diversidad en funciones y aplicaciones, comparten componentes fundamentales. Dos de estos componentes esenciales son la antena y la fuente de alimentación. La antena facilita la comunicación bidireccional entre el satélite y la ubicación base en la Tierra. Por otro lado, la fuente de alimentación suministra energía al satélite y sus componentes, a menudo mediante paneles solares o sistemas de baterías.

Dada la variedad de aplicaciones que ofrecen los satélites, es común encontrar dispositivos especializados dentro de ellos. Por ejemplo, algunos satélites cuentan con equipos avanzados de fotografía e imagen que permiten la captura detallada de la Tierra y sus fenómenos atmosféricos.

¿Cómo funcionan los satélites artificiales?

Retos en la reparación de satélites

A diferencia de nuestros electrodomésticos cotidianos, los satélites no son dispositivos diseñados para ser reparados fácilmente. Su producción y envío al espacio son costosos, lo que lleva a la adopción de medidas extremas para minimizar las reparaciones en órbita. Cuando los satélites experimentan mal funcionamiento o agotan su combustible, generalmente se retiran del servicio y se dan por concluidas sus operaciones.

Para satélites de gran valor científico, como el Telescopio Hubble, se han considerado opciones para prolongar su vida útil mediante misiones de servicio realizadas por astronautas. Estas misiones implican el reemplazo de componentes antiguos y actualizaciones para mejorar las capacidades del satélite.


Los satélites artificiales son puentes tecnológicos que conectan la Tierra con el vasto universo que nos rodea. Su función diversa, desde la comunicación hasta la investigación científica, los convierte en herramientas esenciales en nuestra vida moderna. A medida que exploramos las estrellas y más allá, los satélites continúan desempeñando un papel crucial, llevándonos a nuevas alturas de descubrimiento y conectividad global.

Leonardo Linares
Redactor de Ciencia. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Buenos Aires.

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