La NASA el 12 de enero de 2005 lanzo la misión Deep Impact, marcó un hito en la exploración del espacio al convertirse en la primera misión en impactar directamente un cometa para estudiar su composición interna. Esta iniciativa revolucionaria buscaba comprender mejor la naturaleza de estos cuerpos celestes, que se consideran remanentes primitivos del sistema solar. El objetivo primordial de Deep Impact era acercarse al cometa 9P/Tempel y lanzar una sonda autónoma que colisionara con él, permitiendo así a los científicos analizar los materiales arrojados por el impacto.
Este evento histórico, que ocurrió el 4 de julio de 2005, proporcionó valiosos datos sobre la estructura y los componentes de los cometas, confirmando teorías previas sobre la presencia de agua, dióxido de carbono y materiales orgánicos en sus núcleos. Tras completar su misión inicial con éxito, la NASA extendió la vida útil de la sonda a través del proyecto EPOXI, donde Deep Impact continuó su exploración, brindando nuevos conocimientos sobre cometas y planetas extrasolares. Esta introducción explora el impacto significativo de Deep Impact en nuestra comprensión del cosmos y subraya su importancia en la historia de la exploración espacial.
El impacto contra un cometa
Para asegurar el éxito de la misión, el impactador, una masa de cobre de 370 kilos, contaba con su propio sistema de guiado, un ordenador de a bordo, una cámara para seguir al cometa y motores para ajustar su trayectoria una vez separado de la sonda principal. Controlar el impactador de forma remota era imposible debido a la distancia entre la Tierra y el lugar del impacto, que causaba un retraso de 7 minutos y medio para la llegada de los comandos y otro tanto para recibir las lecturas de los instrumentos.
El 4 de julio de 2005, a las 5:52 UTC, el impactador colisionó exitosamente contra el núcleo del cometa 9P/Tempel. Este evento fue histórico, pues marcó la primera vez que una nave espacial tomaba contacto directo con un cometa. La fuerza del impacto, equivalente a 4.5 toneladas de TNT, generó una nube de restos compuesta por agua, dióxido de carbono, sustancias orgánicas, sulfatos, ácido cianhídrico y silicatos. Estos hallazgos confirmaron las expectativas de los científicos sobre los materiales que componen el núcleo de un cometa y permitieron calcular que aproximadamente el 75% del cometa 9P/Tempel es espacio vacío.
Resultados y desafíos de la misión Deep Impact
Deep Impact se destaca como un hito en la exploración espacial al convertirse en la primera misión en estudiar el interior de un cometa. Aunque no fue la primera sonda en aproximarse a estos cuerpos celestes, su capacidad para analizar el núcleo del cometa 9P/Tempel marcó un avance significativo en nuestra comprensión del universo. A pesar de la decepción inicial por la obstrucción de la visión del cráter resultante del impacto, la posterior aproximación de la sonda Stardust proporcionó imágenes detalladas que revelaron la magnitud del impacto, consolidando aún más el éxito de la misión.
La misión Deep Impact ha dejado un legado perdurable en la exploración del espacio, superando con creces sus objetivos originales y brindando valiosos datos que han enriquecido nuestra comprensión de los cometas y el sistema solar. Aunque la sonda eventualmente perdió contacto en su camino hacia el asteroide 2002GT, su contribución a la ciencia espacial sigue siendo innegable, demostrando la capacidad de la NASA para llevar a cabo misiones ambiciosas que abren nuevas perspectivas para futuras exploraciones.
Detalles sobre la misión Deep Impact
Bajo la denominación de DIXI, Deep Impact tenía la misión inicial de estudiar el cometa Boethin, con la intención de acercarse hasta una distancia de 700 kilómetros. Sin embargo, debido a la imposibilidad de calcular con precisión la órbita de este cometa, los objetivos de la misión se redirigieron hacia el cometa 103P/Hartley. En 2010, Deep Impact alcanzó este nuevo objetivo, logrando una aproximación máxima de 694 kilómetros y obteniendo imágenes sorprendentes que revelaron la composición de los chorros de gas que emanan del cometa. Además, en su rol como EPOCh, la sonda utilizó su avanzada tecnología para estudiar estrellas con planetas extrasolares y capturar imágenes de diversos objetos celestes, superando con creces sus objetivos iniciales y dejando un legado de éxito en la exploración del espacio.
Descubrimientos científicos
La misión Deep Impact permitió analizar la nube de gas y polvo eyectada durante el impacto con el cometa 9P/Tempel. Este análisis reveló que el material en el interior del cometa es distinto al de su superficie. Los cometas, considerados residuos sin transformar de los materiales que dieron origen al sistema solar hace unos 4500 millones de años, contienen partículas de polvo muy pequeñas. En el caso de 9P/Tempel, se encontró que la densidad de su interior es solo de 600 kilogramos por metro cúbico, comparado con los 1000 kilogramos por metro cúbico del agua. Esto sugiere que el cometa es un apilamiento de partículas apenas compactadas debido a su baja gravedad.
El análisis del gas eyectado reveló la presencia de agua y dióxido de carbono, junto con altas concentraciones de materiales orgánicos como formaldehído y metanol. Esta composición difiere del gas producido durante las erupciones naturales del cometa, sugiriendo que el interior tiene una composición diferente a la de la superficie. Estos hallazgos respaldan la teoría de que los cometas pudieron haber aportado sustancias orgánicas esenciales para la vida en la Tierra.
Preparativos y encuentro con el cometa Hartley 2
El 4 de noviembre de 2010, la misión Deep Impact rozó el cometa Hartley 2 para obtener fotografías sin precedentes. Este encuentro marcó la quinta vez que una nave espacial se acercaba lo suficiente a un cometa para capturar imágenes detalladas de su núcleo. Hartley 2, un pequeño cometa de 1.5 kilómetros de diámetro que realiza una órbita alrededor del Sol cada seis años y medio, estaba en su momento de máxima actividad durante este encuentro.
La sonda Deep Impact, equipada con dos telescopios con cámaras digitales en color y un espectrómetro de infrarrojos, se lanzó en picado hacia la brillante cola del cometa, fotografiando su núcleo con gran detalle. Estas imágenes permitieron a los científicos observar los rasgos y cicatrices del cometa y determinar el origen de los chorros de gas.